LA MAQUINARIA
La disputa por Alternativa no se puede entender sino en el contexto de la específica crisis de la transición política en México. El elemento de mayor peso es que se trata de una transición pactada entre la elite política a partir de un mínimo común denominador: la certidumbre para los tres jugadores principales que habría un terreno nivelado de disputa electoral con árbitros no neutrales –que difícilmente puede darse plenamente en un país que salía de un regimen de partido dominante-, pero sí confiables para los jugadores principales. Por la forma en que empezó a desarrollarse la transición democrática definida en el terreno electoral desde el famoso discurso de Jesús Reyes Heroles en Chilpancingo a fines de los setentas, todo el proceso ha estado marcado por una sobrestimación del papel que lo electoral jugaban en el régimen autoritario del partido dominante. Al mismo tiempo se subestimó la capacidad de adaptación y permanencia de otros ingredientes decisivos del régimen antiguo, particularmente dos.
Por una parte, el corporativismo estatal que ha sido capaz de sobrevivir a una alternancia que justamente porque ocurre solo en el terreno electoral deja intactos los resortes del poder y la representación de las corporaciones sindicales,empresariales,agrarias y de profesionistas.
Por otra parte, también quedan intactas las maquinarias del acarreo y el fraude electoral. Aqui hay por una parte una lectura equivocada del papel del acarreo y el fraude en el contexto del regimen de partido dominante. Su papel, salvo en casos límites –los mas relevantes en elecciones locales como por ejemplo en Chihuahua,en Cajeme,Sonora,en Mérida,en San Luis Potosí- no era modificar los resultados electorales –que en general siempre favorecían al partido dominante gracias al uso indiscriminado del presupuesto público y de los medios de comunicación- sino asegurarse la lealtad de los triunfadores de las elecciones al aparato político y en cada contexto al jefe político respectivo fuera éste un presidente municipal o un gobernador o el mismo presidente de la República. Cuando el electo consideraba que podía prescindir del aparato siempre había la forma de amarrarlo a evidencias en el uso del acarreo y el fraude.
Cuando en 1996 se negocia la fase más decisiva de la reforma electoral la salvaguarda que necesitaba el PRI para entrar en la reforma era un nivel extremadamente elevado de financiamiento público para seguir alimentando esa extendidísima maquinaria del acarreo que se vería mas tarde limitada a ofrecerle como en el pasado, también puestos públicos y de representación, en la medida que aumentaba la competencia política.
Para los dos principales partidos de la oposición pronto resultó claro que no solo no eran partidos nacionales sino que además tenían un enorme déficit en términos de cuadros, operadores y acarreadores. Para ser competitivos comenzaron a usar tímidamente y después de manera indiscriminada esa poderosa maquinaria del acarreo y el fraude. Modernizada gracias al influjo de los recursos públicos, convertida en una red “técnica” al servicio del mejor postor y con exiguas lealtades partidistas, reforzada eso sí con el conocimiento técnico de un todavía pequeño pero importante núcleo de ex-funcionarios de organismos como IFE,TRIFE, y transfigurada en despachos profesionales; esta maquinaria ha jugado el papel que siempre tuvo solo que ahora en el marco de un débil sistema multi-partidista: recordarles a todos cómo ganaron su elección. Además conforme se consolidaba un sistema oligopólico de partidos que elevaba las barreras para el registro de nuevos partidos, resultó inevitable que estos nuevos intentos cayeran en las redes de esa maquinaria para tratar de obtener su registro provisional. También les recordaría en caso necesario cómo habían obtenido su registro.
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