ESCEPTICISMO CORROSIVO DE CHOMSKY SOBRE EUA Y OBAMA, Y OPTIMISMO SOBRE AMERICA LATINA
Hay una resistencia real al imperio; no existen muchos sitios de los que pueda decirse lo mismo
América Latina es el lugar más estimulante del mundo: Chomsky
">La esperanza del cambio anunciada por Barack Obama es sólo una ilusión, considera el escritor
David Brooks, Hermann Bellinghausen y Luis Hernández
América Latina es hoy el lugar más estimulante del mundo, dice Noam Chomsky. Hay aquí una resistencia real al imperio; no existen muchas regiones de las que pueda afirmarse lo mismo.
Entrevistado por La Jornada, uno de los intelectuales disidentes más relevantes de nuestros tiempos señala que la esperanza en el cambio anunciada por Barack Obama es una ilusión, ya que son las instituciones y no los individuos los que determinan el rumbo de la política. A lo sumo, lo que el mandatario representa es un giro desde la extrema derecha al centro de la política tradicional estadunidense.
Presente en México para celebrar los 25 años de La Jornada, el autor de más cien libros, el lingüista, crítico antimperialista, analista del papel que desempeñan los medios de comunicación en la “manufactura” del consenso, explica cómo la guerra a las drogas se inició en Estados Unidos como parte de una ofensiva conservadora contra la revolución cultural y la oposición a la invasión de Vietnam.
A continuación, presentamos la transcripción completa de sus declaraciones.
América Latina es hoy el lugar más estimulante del mundo. Por primera vez en 500 años hay movimientos hacia una verdadera independencia y separación del mundo imperial; se están integrando países que históricamente han estado separados. Esta integración es un prerrequisito para la independencia. Históricamente, Estados Unidos ha derrocado un gobierno tras otro; ahora ya no puede hacerlo.
Brasil es un ejemplo interesante. Hacia principios de los 60, los programas de (Joao) Goulart no eran tan diferentes de los de (Luiz Inacio) Lula. En aquel caso, el gobierno de (John F.) Kennedy organizó un golpe de Estado militar. Así, el Estado de seguridad nacional se propagó por toda la región como una plaga. Hoy día Lula es el muchacho bueno, al que están tratando de cultivar, en reacción a los gobiernos más militantes en la región. En Estados Unidos no publican los comentarios de Lula favorables a (Hugo) Chávez o a Evo Morales. Los silencian porque no son el modelo.
Hay un movimiento hacia la unificación regional: se empiezan a formar instituciones que, aunque no funcionan del todo, comienzan a existir. Es el caso de Mercosur y Unasur.
Otro caso notable en la región es el de Bolivia. Después del referendo hubo una gran victoria, y también una sublevación bastante violenta en las provincias de la Media Luna, donde están los gobernadores tradicionales, blancos. Un par de docenas de personas murieron. Hubo una reunión regional en Santiago de Chile donde se expresó un gran apoyo a Morales y una firme condena a la violencia, y Morales respondió con una declaración importante. Dijo que era la primera vez en la historia de América Latina, desde la conquista europea, en que los pueblos habían tomado el destino de sus países en sus propias manos sin el control de un poder extranjero, o sea Washington. Esa declaración no fue publicada en Estados Unidos.
Centroamérica está traumatizada por el terror reaganiano. No es mucho lo que sucede allí. Estados Unidos sigue tolerando el golpe militar en Honduras, aunque es significativo que no lo pueda apoyar abiertamente.
Otro cambio, aunque atropellado, es la superación de la patología real en América Latina, probablemente la región más desigual del mundo. Es una región muy rica, siempre gobernada por una pequeña elite europeizada, que no asume ninguna responsabilidad con el resto de sus respectivos países. Se puede ver en cosas muy simples, como el flujo internacional de capital y bienes. En América Latina la fuga de capitales es casi igual a la de la deuda. El contraste con Asia oriental es muy impactante. Aquella región, mucho más pobre, ha tenido mucho más desarrollo económico sustantivo, y los ricos están bajo control. No hay fuga de capitales; en Corea del Sur, por ejemplo, se castiga con la pena de muerte. El desarrollo económico allá es relativamente igualitario.
Control debilitado
Había dos formas tradicionales con las que Estados Unidos controlaba América Latina. Una era el uso de la violencia; la otra, el estrangulamiento económico. Ambas han sido debilitadas.
Los controles económicos son ahora más débiles. Varios países se han liberado del Fondo Monetario Internacional a través de la colaboración. También se han diversificado acciones entre el sur, en lo que la relación de Brasil con Sudáfrica y China ha entrado como factor. Han podido enfrentar algunos problemas internos sin la poderosa intervención de Estados Unidos.
La violencia no ha terminado. Ha habido tres golpes de estado en lo que va de este siglo. El venezolano, abiertamente apoyado por Estados Unidos, fue revertido, y ahora Washington tiene que recurrir a otros medios para subvertir al gobierno, entre ellos ataques mediáticos y apoyo a grupos disidentes. El segundo fue en Haití, donde Francia y Estados Unidos tiraron al gobierno y enviaron al presidente a Sudáfrica. El tercero es el de Honduras, que es un asunto mixto. La Organización de Estados Americanos asumió una postura firme y la Casa Blanca tuvo que seguirla, y proceder muy lentamente. El FMI acaba de otorgar un enorme préstamo a Honduras, que sustituye la reducción de asistencia estadunidense. En el pasado éstos eran asuntos rutinarios. Ahora esas medidas (la violencia y el estrangulamiento económico) se han debilitado.
Estados Unidos está reaccionando y ha dado pasos para remilitarizar la región. La Cuarta Flota, dedicada a América Latina, había sido desmantelada en los 50, pero se está reahabilitando, y las bases militares en Colombia son un tema importante.
La ilusión de Obama
La elección de Barack Obama generó grandes expectativas de cambio hacia América Latina. Pero son sólo ilusiones
Sí hay un cambio, pero el giro es porque el gobierno de Bush se fue tan al extremo del espectro político estadunidense que casi cualquiera se hubiera movido hacia el centro. De hecho el propio Bush en su segundo periodo fue menos extremista. Se deshizo de algunos de sus colaboradores más arrogantes y sus políticas fueron más moderadamente centristas. Y Obama, de manera previsible, continúa con esta tendencia.
Giró hacia la posición tradicional. Pero ¿cuál es esa tradición? Kennedy, por ejemplo, fue uno de los presidentes más violentos de la posguerra. Woodrow Wilson fue el mayor intervencionista del siglo XX. El centro no es pacifista ni tolerante. De hecho Wilson fue quien se apoderó de Venezuela, sacando a los ingleses, porque se había descubierto petróleo. Apoyó a un dictador brutal. Y de allí continuó con Haití y República Dominicana. Mandó a los marines y prácticamente destruyó Haití. En esos países dejó guardias nacionales y dictadores brutales. Kennedy hizo lo mismo. Obama es un regreso al centro.
Es igual con el tema de Cuba, donde durante más de medio siglo Estados Unidos se ha involucrado en una guerra, desde que la isla ganó su independencia. Al principio esta guerra fue bastante violenta, especialmente con Kennedy, cuando hubo terrorismo y estrangulamiento económico, a lo que se opone la mayoría de la población estadunidense. Durante décadas, casi dos tercios de la población han estado en favor de la normalización de las relaciones, pero eso no está en la agenda política.
Las maniobras de Obama se fueron hacia el centro; suspendió algunas de las medidas más extremas del modelo de Bush, y hasta fue apoyado por buena parte de la comunidad cubano-estadunidense. Se movió un poco hacia el centro, pero ha dejado muy claro que no habrá cambios.
Las “reformas” de Obama
Lo mismo sucede en la política interna. Los asesores de Obama durante la campaña fueron muy cuidadosos en no dejarlo comprometerse con nada. Las consignas fueron “la esperanza” y “el cambio, un cambio en el que creer”. Cualquier agencia de publicidad sensata habría hecho que ésas fueran las consignas, pues 80 por ciento del país pensaba que éste marchaba por el carril equivocado. McCain decía cosas parecidas, pero Obama era más agradable, más fácil de vender como producto. Las campañas son sólo asuntos de mercadotecnia, así se entienden a sí mismas. Estaban vendiendo la “marca Obama” en oposición a la “marca McCain”. Es dramático ver esas ilusiones, tanto fuera como dentro de Estados Unidos.
En Estados Unidos casi todas las promesas hechas en el ámbito de reforma laboral, de salud, de energéticos, han quedado casi anuladas. Por ejemplo, el sistema de salud es una catástrofe. Es probablemente el único país en el mundo en el que no hay una garantía básica de atención médica. Los costos son astronómicos, casi el doble de cualquier otro país industrializado. Cualquier persona que tiene bien puesta la cabeza sabe que es la consecuencia de que se trate de un sistema de salud privado. Las empresas no procuran salud, están para obtener ganancias.
Es un sistema altamente burocratizado, con mucha supervisión, altísimos costos administrativos, donde las compañías de seguros tienen formas sofisticadas de evadir el pago de las pólizas, pero no hay nada en la agenda de Obama para hacer algo al respecto. Hubo algunas propuestas light, como por ejemplo “la opción pública”, pero quedó anulada. Si uno lee la prensa de negocios, encuentra que la portada de Business Week reportaba que las aseguradoras celebraban su victoria.
Noam Chomsky en La Jornada">Foto Carlos Ramos Mamahua
Kennedy fue uno de los presidentes más violentos de la posguerra, considera Noam Chomsky">Foto Carlos Ramos Mamahua
Se realizaron campañas muy exitosas en contra de esta reforma, organizadas por los medios y la industria para movilizar segmentos extremistas de la población. Es un país en el que es fácil movilizar a la gente con el miedo, e inculcarle todo tipo de ideas locas, como que Obama va a matar a la abuela de uno. Así lograron revertir propuestas legislativas ya de por si débiles. Si en verdad hubiera habido un compromiso real en el Congreso y la Casa Blanca, esto no hubiera prosperado, pero los políticos estaban más o menos de acuerdo.
Obama acaba de hacer un acuerdo secreto con las compañías farmacéuticas para asegurarles que no habrá esfuerzos gubernamentales por regular el precio de las medicinas. Estados Unidos es el único país en el mundo occidental que no permite que el gobierno use su poder de compra para negociar el precio de los medicamentos. Un 85 por ciento de la población se opone, pero eso no significa diferencia alguna, hasta que todos vean que no son los únicos que se oponen a estas medidas.
La industria petrolera anunció que va a utilizar las mismas tácticas para derrotar cualquier proyecto legislativo de reforma energética. Si Estados Unidos no implanta controles firmes sobre las emisiones de dióxido de carbono, el calentamiento global destruirá la civilización moderna.
El diario Financial Times señaló con razón que si había una esperanza de que Obama pudiera haber cambiado las cosas, ahora sería sorprendente que sí cumpliera con lo mínimo de sus promesas. La razón es que no quería cambiar tanto las cosas. Es una criatura de quienes financiaron su campaña: las instituciones financieras, las energéticas, las empresas. Tiene la apariencia de buen tipo, sería un buen acompañante de cena, pero eso no permite cambiar la política; la afecta un poco. Sí hay cambio, pero es un poco más suave. La política proviene de las instituciones, no está hecha por individuos. Las instituciones son muy estables y muy poderosas. Por supuesto, encuentran la manera de confrontar lo que sucede.
Más de lo mismo
Los medios están un poco sorprendidos de que se esté regresando adonde siempre se estuvo. Lo reportan, es difícil no hacerlo, pero el hecho es que las instituciones financieras se pavonean de que todo está quedando igual que antes. Ganaron. Goldman Sachs ni siquiera intenta ocultar que después de haber hundido la economía está entregando jugosos bonos a sus ejecutivos. Creo que en el pasado trimestre acaba de reportar las ganancias más altas de su historia. Si fueran un poquito más inteligentes lo intentarían ocultar.
Esto se debe a que Obama está respondiendo a quienes apoyaron su campaña: el sector financiero. Miren nada más a quién escogió para su equipo económico. Su primer asesor fue Robert Rubin, el responsable de la derogación de una ley que regulaba al sector financiero, lo cual benefició mucho a Goldman Sachs; asimismo, se convirtió en directivo de Citigroup, hizo una fortuna y se salió justo a tiempo. Larry Summers, quien fue la principal figura responsable de detener toda regulación de los instrumentos financieros exóticos, ahora es el principal asesor económico de la Casa Blanca. Y Timothy Geithner, quien como presidente de la Reserva Federal de Nueva York supervisaba lo que sucedía, es secretario del Tesoro.
En un reportaje reciente se examinó a algunos de los principales asesores económicos de Obama. Se concluyó que gran parte de ellos no deberían estar en el equipo de asesoría, sino enfrentando demandas legales, porque estuvieron involucrados en malos manejos en la contabilidad y otros asuntos que detonaron la crisis.
¿Por cuánto tiempo se pueden mantener las ilusiones? Los bancos están ahora mejor que antes. Primero recibieron un enorme rescate del gobierno y los contribuyentes, y lo utilizaron para fortalecerse. Son más grandes que nunca; absorbieron a los débiles. O sea, se está sentando la base para la próxima crisis. Los grandes bancos se están beneficiando con una póliza de seguros del gobierno, que se llama “demasiado grande para fallar”. Si se es un banco enorme o una casa de inversión importante, es demasiado importante para fracasar. Si se es Goldman Sachs o Citigroup, no puede fracasar porque eso derrumbaría toda la economía. Por eso pueden hacer préstamos riesgosos, para ganar mucho dinero, y si algo falla, el gobierno los rescata.
La guerra contra el narco
La guerra contra la droga, que desgarra a varios países de América Latina entre los que se encuentra México, tiene viejos antecedentes. Revitalizada por Nixon, fue un esfuerzo por superar los efectos de la guerra de Vietnam en Estados Unidos.
La guerra fue un factor que llevó a una importante revolución cultural en los 60, la cual civilizó al país: derechos de la mujer, derechos civiles. O sea, democratizó el territorio, aterrorizando a las elites. La última cosa que deseaban era la democracia, los derechos de la población, etcétera, así que lanzaron una enorme contraofensiva. Parte de ella fue la guerra contra las drogas.
Ésta fue diseñada para trasladar la concepción de la guerra de Vietnam, de lo que nosotros les estábamos haciendo a los vietnamitas, a lo que ellos nos estaban haciendo a nosotros. El gran tema a fines de los 60 en los medios, incluso los liberales, fue que la guerra de Vietnam fue una guerra contra Estados Unidos. Los vietnamitas estaban destruyendo a nuestro país con drogas. Fue un mito fabricado por los medios en las películas y la prensa. Se inventó la historia de un ejército lleno de soldados adictos a las drogas que al regresar se convertirían en delincuentes y aterrorizarían a nuestras ciudades. Sí, había uso de drogas entre los militares, pero no era muy diferente al que existía en otros sectores de la sociedad. Fue un mito fabricado. De eso se trataba la guerra contra las drogas. Así se cambió la concepción de la guerra de Vietnam a una en la que nosotros eramos las víctimas.
Eso encajó muy bien con las campañas en favor de la ley y el orden. Se decía que nuestras ciudades se desgarraban por el movimiento antibélico y los rebeldes culturales, y que por eso teníamos que imponer la ley y el orden. Allí cabía la guerra contra la droga.
Reagan la amplió de manera significativa. En los primeros años de su administración se intensificó la campaña, acusando a los comunistas de promover el consumo de drogas.
A principios de los 80 los funcionarios que tomaban en serio la guerra contra las drogas descubrieron un incremento significativo e inexplicable de fondos en bancos del sur de Florida. Lanzaron una campaña para detenerlo. La Casa Blanca intervino y suspendió la campaña. Quien lo hizo fue George Bush padre, en ese tiempo encargado de la guerra contra las drogas. Fue cuando la tasa de encarcelamiento se incrementó de manera significativa, en gran parte con presos negros. Ahora el número de prisioneros per cápita es el más alto en el mundo. Sin embargo, la tasa de criminalidad es casi igual que en otros países. Es un control sobre parte de la población. Es un asunto de clase.
La guerra contra las drogas, como otras políticas, promovidas tanto por liberales como por conservadores, es un intento por controlar la democratización de fuerzas sociales.
Hace unos días, el Departamento de Estado de Obama emitió su certificación de cooperación en la lucha contra las drogas. Los tres países que fueron descertificados son Myamar, una dictadura militar –no importa, está apoyada por empresas petroleras occidentales–, Venezuela y Bolivia, que son enemigos de Estados Unidos. Ni México, ni Colombia, ni Estados Unidos, en todos los cuales hay narcotráfico.
Un lugar interesante
El elemento central del neoliberalismo es la liberalización de los mercados financieros, lo cual hace vulnerables a los países que tienen inversionistas extranjeros. Si uno no puede controlar su moneda y la fuga de capitales, está bajo control de los inversionistas extranjeros. Pueden destruir una economía si no les gusta lo que este país hace. Ésa es otra forma de controlar pueblos y fuerzas sociales, como los movimientos obreros. Son reacciones naturales de un empresariado muy concentrado, con gran conciencia de clase. Claro que hay resistencia, pero fragmentada y poco organizada, y por ello pueden seguir promoviendo políticas a las que se opone la mayoría de la población. A veces esto llega al extremo.
El sector financiero está igual que antes; las aseguradoras de salud han ganado con la reforma sanitaria, las empresas energéticas ganarán con la reforma energética, los sindicatos han perdido con la reforma laboral y, por supuesto, la población de Estados Unidos y la del mundo pierden porque ya de por sí la destrucción de la economía es grave. Si se destruye el medio ambiente, los que de veras sufrirán son los pobres. Los ricos sobrevivirán a los efectos del calentamiento global.
Por esto América Latina es uno de los lugares verdaderamente interesantes. Es uno de los sitios en los que hay verdadera resistencia a todo esto. ¿Hasta dónde llegará? No se sabe. No me sorprendería que haya un giro a la derecha en las próximas elecciones en América del Sur. Aun así, se ha logrado un avance que sienta las bases para algo más. No hay muchos lugares en el mundo de los que pueda decirse lo mismo.
en la patagonia
Monday, September 21, 2009
Friday, September 18, 2009
EL CASO A FAVOR DE LAS CANDIDATURAS INDEPENDIENTES; CHILE
Elecciones presidenciales:El extraño escalofrío en Chile
Después de dos décadas de una historia de éxito en América Latina, la Concertación, coalición de centroizquierda, se ve cansada y dividida.
THE ECONOMISTAl costado de una autopista en Lo Espejo, en Santiago, las empresas constructoras están trabajando en el barro debido al invierno para completar 125 casas de ladrillo y madera. En las próximas semanas se mudarán a éstas las familias que antes vivían en el sitio. Los más pobres de ellos pagarán sólo US$ 400 por una casa que cuesta alrededor de US$ 20 mil, parte de la política de gobierno destinada a acabar con las últimas poblaciones marginales que quedan en Chile. Ellos están entre las 600 mil familias que habrán recibido subsidios habitacionales durante el período de cuatro años de la Presidenta Michelle Bachelet.
Este año, el programa se expandió como parte de un estímulo fiscal que alcanzó un total de US$ 4 mil millones (o el 2,8% del PIB). Esto no ha impedido una recesión: en el segundo trimestre la economía fue un 4,5% más pequeña que en el mismo período del año pasado. Pero esto ha mitigado sus efectos. Alrededor de 270 mil trabajadores de la construcción están ahora empleados en los programas de viviendas sociales, lo cual es un aumento de los 145 mil hace un año.
Esto también ha elevado la popularidad de Bachelet. A pesar de la recesión, su índice de aprobación ha subido abruptamente del 40% en junio de 2008 al 72%, de acuerdo a las encuestas del CEP. Así también ha subido la aprobación del ministro de Hacienda, Andrés Velasco, ex profesor liberal de Harvard. Si la Constitución no prohibiera períodos consecutivos, Bachelet estaría muy bien posicionada para ganar las elecciones presidenciales en diciembre.
Así como está, su coalición de centroizquierda corre el riesgo de perder el poder por primera vez desde 1990.
A medida que las campañas se ponían en marcha formalmente el 15 de septiembre, la última encuesta del CEP daba a Sebastián Piñera, el candidato empresario de la oposición conservadora, el 37% de los votos. Eduardo Frei, un democratacristiano que fue Presidente de Chile de 1994-2000 y es el candidato oficial de la Concertación, lograba el 28%, mientras que Marco Enríquez-Ominami, diputado socialista disidente que se presenta como independiente, alcanzaba el 17%. Las últimas cuatro elecciones presidenciales habían reflejado el resultado de un plebiscito en 1988 en el que el 56% de los votantes había estado a favor de un retorno a la democracia, mientras que el 44% había deseado que la dictadura de 16 años del general Augusto Pinochet continuara. ¿Esto romperá el patrón político más estable en América Latina?
Bajo la Concertación, Chile ha sido la gran historia de éxito de la región, al agregar una democracia cada vez más sólida y medidas de bienestar social a las políticas económicas de libre mercado que legó Pinochet. En los 20 años que transcurrieron hasta 2006, el índice de pobreza cayó del 45% de la población a sólo el 13,7%. La distribución del ingreso sigue siendo sumamente desigual, pero las oportunidades se están ampliando. Ocho de cada 10 jóvenes ahora terminan la enseñanza media. Cuatro de cada 10 continúan estudios superiores y de éstos el 70% es el primero en su familia que lo logra, en muchos casos gracias a los subsidios del gobierno, señala Velasco.
Gracias a sus políticas macroeconómicas prudentes, Chile pudo hacer más que varios de sus vecinos cuando atacó la recesión el año pasado. La Concertación convirtió en ley una norma fiscal que exigía que el gobierno equilibrara el presupuesto durante el ciclo económico. Esto financió el gran estímulo fiscal al hacer uso de los ahorros que se acumularon cuando el precio del cobre, la principal exportación y gran fuente de ingresos del gobierno, alcanzó niveles récord en los primeros años del período de Bachelet.
Sin embargo, a pesar de todos estos logros, la sensación de malestar en Chile es tan palpable como la nieve que cubre la cordillera de los Andes. Los empresarios están preocupados de que la economía ya no sea la más dinámica de Sudamérica. Durante años los políticos han hablado de la necesidad urgente de mejorar la mala calidad de la educación y de invertir más en innovación e investigación y desarrollo si Chile quiere ser un país desarrollado. Todavía están hablando al respecto.
"Hemos pasado del milagro chileno a la siesta chilena", sostiene Piñera. Él mantendría la norma fiscal y la red de protección social, asegura. Pero acusa a la Concertación, esencialmente, de enjaular los espíritus animales del empresariado. Al señalar la productividad decreciente, culpa a la rígida legislación laboral y a la mala administración de la inversión pública (donde se han despilfarrado US$ 10 mil millones en los últimos cuatro años, él sostiene, y cita la pésima reestructuración de la red ferroviaria y del transporte público de Santiago). Su asesor económico, Felipe Larraín, precisa que un gobierno de Piñera elevaría la tasa anual de crecimiento al 6%, dando un impulso a la productividad a través de las reducciones tributarias para la inversión, un mercado laboral más flexible y reformas en la administración pública.
Velasco responde que a medida que Chile se vuelve más rico -su ingreso per cápita fue de US$ 10.100 en 2008- es más difícil que el país crezca tan rápido. Si Chile sigue avanzando a un 4% al año aproximadamente, eso coincidiría con el rendimiento de economías exitosas tales como Finlandia y Corea del Sur en la etapa equivalente en su desarrollo. El ministro señala que la inversión y productividad siempre caen durante una recesión. La inversión pública en investigación y desarrollo está creciendo. Chile continúa teniendo una buena posición en las tablas de competitividad de la liga internacional y la facilidad de hacer negocios. Y el crecimiento se ha visto afectado en parte debido a los costos crecientes de la energía, después que Argentina interrumpió las exportaciones de gas a su vecino.
La Concertación es más vulnerable a la acusación de que en su forma de hacer política ha perdido contacto con el ciudadano común. Ése es el principal argumento de Enríquez-Ominami. De sólo 36 años, él se describe como "un hijo ilegítimo" de la coalición gobernante. Su padre fue un líder guerrillero muerto por el régimen de Pinochet. Su padrastro es un senador socialista; su abuelo materno fue fundador de la Democracia Cristiana. Se crió en Francia y a su regreso se dedicó a la dirección de televisión. Su buena apariencia juvenil, encanto y velocidad para hablar lo convierten en "uno de los mejores comunicadores que ha tenido la política chilena", escribe en un próximo libro el cientista político Patricio Navia.
El pensamiento de Enríquez-Ominami es una mezcla somera de liberalismo social y democracia social pasada de moda. Pero él, más bien que sus políticas, es el mensaje. Su candidatura es una protesta contra el hecho de que la Concertación no haya hecho elecciones primarias nacionales y contra lo que él considera como el dominio de los jefes de partido de edad. El joven candidato quiere una reforma política, en parte para acabar con el sistema electoral binominal que legó Pinochet. Se estima ampliamente que tal sistema consolida el poder de los jefes de partido, bloquea a los partidos minoritarios e impide la renovación política. Ha contribuido a un alejamiento preocupante de los jóvenes de la política. Casi un tercio de los adultos no se ha molestado en inscribirse para votar.
Casi todos los comentaristas políticos en Chile estiman que Enríquez-Ominami no puede ganar. Pero ha hecho que Frei, un hombre competente y respetable, se vea reaccionario y viejo (tiene 67 años). Su respuesta ha sido promover a asesores jóvenes y adoptar varios de los argumentos de sus oponentes, tal como la necesidad de una reforma política, cambios en el código laboral y la modernización del Estado. Él es el único que podría lograr realmente que se hicieran estas cosas, asegura.
Los tres candidatos están de acuerdo en que la sociedad chilena ha cambiado más rápido que el Estado y el sistema político. Después de 20 años, un cambio en el liderazgo difícilmente sería una sorpresa. Pero la derecha no ha ganado una elección presidencial en Chile desde 1958. Es casi seguro que Piñera y Frei van a pasar a una segunda vuelta en enero, una contienda que uno u otro podría ganar.
Si la Constitución no prohibiera períodos consecutivos, Bachelet estaría muy bien posicionada para ganar las elecciones presidenciales en diciembre.
Así como está, su coalición de centroizquierda, la Concertación, corre el riesgo de perder el poder por primera vez desde que volvió la democracia en Chile en 1990.
El modelo Bachelet
Cuando fue elegida como Presidenta de Chile en enero de 2006, Michelle Bachelet prometió ser un tipo diferente de político. Pediatra, madre de tres hijos y separada dos veces, fue la primera mujer en ser elegida Mandataria en un país de América Latina y que no era la viuda de un marido insigne. Prometió una "democracia ciudadana" con una mayor participación. Su primer gabinete se eligió de acuerdo tanto al género como al partido: la mitad de sus miembros eran mujeres, varias eran independientes y sólo dos tenían experiencia ministerial previa.
Ella rápidamente se metió en problemas, que abarcaron desde las protestas de los escolares hasta el caos del transporte en Santiago. Hace un año, su coalición, la Concertación, perdió las elecciones municipales, su primera derrota. No puede presentarse a las próximas elecciones presidenciales; sin embargo, si la Concertación gana, será en parte gracias a ella. Se ha convertido en uno de los líderes políticos más formidables de América Latina. Cuando The Economist fue a verla a La Moneda, el palacio presidencial, se mostró relajada y sin prisa, interesada en responder las preguntas extensamente más bien que con breves declaraciones.
¿Qué explica su cambio de suerte política? Su método consultivo de liderazgo puede haber parecido una "debilidad" a los tradicionalistas, en parte porque "las mujeres hablan con más suavidad", ella reconoce. "Aún hay mucho machismo y sexismo". Pero los chilenos han llegado a ver que ella "muestra empatía", que es como una figura maternal que los está protegiendo y quien había estado "al mando" cuando atacó la recesión, agrega. En la práctica, no obstante, se ha visto obligada a realizar ciertas concesiones, al traer a algunos peso pesados políticos al gabinete y al delegar más.
Una segunda razón es que, mientras se aferraba al rigor fiscal (con cierto costo político), ella optó por hacer de la protección social y la promoción de una igualdad de oportunidades su prioridad principal. Su gobierno está construyendo 3.500 salas cuna para los niños más pobres. Introdujo una pensión estatal mínima universal y extendió la atención de salud gratuita para que cubriera varias condiciones graves. Su política habitacional ofrece casas de mejor calidad, en barrios modelo. Pero sus esfuerzos por reorganizar la educación han sido decepcionantemente tímidos.
Tomará tiempo y estudios antes de saber si estos programas funcionan. Sin duda, pasó un tiempo antes de que éstos dejaran su marca en Chile; "una sala cuna no es sexy", manifiesta Bachelet. Pero equivale a uno de los intentos de más largo alcance por combinar el crecimiento económico y un estado benefactor en América Latina. Eso es una crítica tácita al argumento de Hugo Chávez que sólo su revolución puede abordar la desigualdad en la región. Y esto sugiere que la carrera política de Bachelet está lejos de terminar.
Si la Concertación gana, será en parte gracias a ella. Se ha convertido en uno de los líderes políticos más formidables de América Latina.
Después de dos décadas de una historia de éxito en América Latina, la Concertación, coalición de centroizquierda, se ve cansada y dividida.
THE ECONOMISTAl costado de una autopista en Lo Espejo, en Santiago, las empresas constructoras están trabajando en el barro debido al invierno para completar 125 casas de ladrillo y madera. En las próximas semanas se mudarán a éstas las familias que antes vivían en el sitio. Los más pobres de ellos pagarán sólo US$ 400 por una casa que cuesta alrededor de US$ 20 mil, parte de la política de gobierno destinada a acabar con las últimas poblaciones marginales que quedan en Chile. Ellos están entre las 600 mil familias que habrán recibido subsidios habitacionales durante el período de cuatro años de la Presidenta Michelle Bachelet.
Este año, el programa se expandió como parte de un estímulo fiscal que alcanzó un total de US$ 4 mil millones (o el 2,8% del PIB). Esto no ha impedido una recesión: en el segundo trimestre la economía fue un 4,5% más pequeña que en el mismo período del año pasado. Pero esto ha mitigado sus efectos. Alrededor de 270 mil trabajadores de la construcción están ahora empleados en los programas de viviendas sociales, lo cual es un aumento de los 145 mil hace un año.
Esto también ha elevado la popularidad de Bachelet. A pesar de la recesión, su índice de aprobación ha subido abruptamente del 40% en junio de 2008 al 72%, de acuerdo a las encuestas del CEP. Así también ha subido la aprobación del ministro de Hacienda, Andrés Velasco, ex profesor liberal de Harvard. Si la Constitución no prohibiera períodos consecutivos, Bachelet estaría muy bien posicionada para ganar las elecciones presidenciales en diciembre.
Así como está, su coalición de centroizquierda corre el riesgo de perder el poder por primera vez desde 1990.
A medida que las campañas se ponían en marcha formalmente el 15 de septiembre, la última encuesta del CEP daba a Sebastián Piñera, el candidato empresario de la oposición conservadora, el 37% de los votos. Eduardo Frei, un democratacristiano que fue Presidente de Chile de 1994-2000 y es el candidato oficial de la Concertación, lograba el 28%, mientras que Marco Enríquez-Ominami, diputado socialista disidente que se presenta como independiente, alcanzaba el 17%. Las últimas cuatro elecciones presidenciales habían reflejado el resultado de un plebiscito en 1988 en el que el 56% de los votantes había estado a favor de un retorno a la democracia, mientras que el 44% había deseado que la dictadura de 16 años del general Augusto Pinochet continuara. ¿Esto romperá el patrón político más estable en América Latina?
Bajo la Concertación, Chile ha sido la gran historia de éxito de la región, al agregar una democracia cada vez más sólida y medidas de bienestar social a las políticas económicas de libre mercado que legó Pinochet. En los 20 años que transcurrieron hasta 2006, el índice de pobreza cayó del 45% de la población a sólo el 13,7%. La distribución del ingreso sigue siendo sumamente desigual, pero las oportunidades se están ampliando. Ocho de cada 10 jóvenes ahora terminan la enseñanza media. Cuatro de cada 10 continúan estudios superiores y de éstos el 70% es el primero en su familia que lo logra, en muchos casos gracias a los subsidios del gobierno, señala Velasco.
Gracias a sus políticas macroeconómicas prudentes, Chile pudo hacer más que varios de sus vecinos cuando atacó la recesión el año pasado. La Concertación convirtió en ley una norma fiscal que exigía que el gobierno equilibrara el presupuesto durante el ciclo económico. Esto financió el gran estímulo fiscal al hacer uso de los ahorros que se acumularon cuando el precio del cobre, la principal exportación y gran fuente de ingresos del gobierno, alcanzó niveles récord en los primeros años del período de Bachelet.
Sin embargo, a pesar de todos estos logros, la sensación de malestar en Chile es tan palpable como la nieve que cubre la cordillera de los Andes. Los empresarios están preocupados de que la economía ya no sea la más dinámica de Sudamérica. Durante años los políticos han hablado de la necesidad urgente de mejorar la mala calidad de la educación y de invertir más en innovación e investigación y desarrollo si Chile quiere ser un país desarrollado. Todavía están hablando al respecto.
"Hemos pasado del milagro chileno a la siesta chilena", sostiene Piñera. Él mantendría la norma fiscal y la red de protección social, asegura. Pero acusa a la Concertación, esencialmente, de enjaular los espíritus animales del empresariado. Al señalar la productividad decreciente, culpa a la rígida legislación laboral y a la mala administración de la inversión pública (donde se han despilfarrado US$ 10 mil millones en los últimos cuatro años, él sostiene, y cita la pésima reestructuración de la red ferroviaria y del transporte público de Santiago). Su asesor económico, Felipe Larraín, precisa que un gobierno de Piñera elevaría la tasa anual de crecimiento al 6%, dando un impulso a la productividad a través de las reducciones tributarias para la inversión, un mercado laboral más flexible y reformas en la administración pública.
Velasco responde que a medida que Chile se vuelve más rico -su ingreso per cápita fue de US$ 10.100 en 2008- es más difícil que el país crezca tan rápido. Si Chile sigue avanzando a un 4% al año aproximadamente, eso coincidiría con el rendimiento de economías exitosas tales como Finlandia y Corea del Sur en la etapa equivalente en su desarrollo. El ministro señala que la inversión y productividad siempre caen durante una recesión. La inversión pública en investigación y desarrollo está creciendo. Chile continúa teniendo una buena posición en las tablas de competitividad de la liga internacional y la facilidad de hacer negocios. Y el crecimiento se ha visto afectado en parte debido a los costos crecientes de la energía, después que Argentina interrumpió las exportaciones de gas a su vecino.
La Concertación es más vulnerable a la acusación de que en su forma de hacer política ha perdido contacto con el ciudadano común. Ése es el principal argumento de Enríquez-Ominami. De sólo 36 años, él se describe como "un hijo ilegítimo" de la coalición gobernante. Su padre fue un líder guerrillero muerto por el régimen de Pinochet. Su padrastro es un senador socialista; su abuelo materno fue fundador de la Democracia Cristiana. Se crió en Francia y a su regreso se dedicó a la dirección de televisión. Su buena apariencia juvenil, encanto y velocidad para hablar lo convierten en "uno de los mejores comunicadores que ha tenido la política chilena", escribe en un próximo libro el cientista político Patricio Navia.
El pensamiento de Enríquez-Ominami es una mezcla somera de liberalismo social y democracia social pasada de moda. Pero él, más bien que sus políticas, es el mensaje. Su candidatura es una protesta contra el hecho de que la Concertación no haya hecho elecciones primarias nacionales y contra lo que él considera como el dominio de los jefes de partido de edad. El joven candidato quiere una reforma política, en parte para acabar con el sistema electoral binominal que legó Pinochet. Se estima ampliamente que tal sistema consolida el poder de los jefes de partido, bloquea a los partidos minoritarios e impide la renovación política. Ha contribuido a un alejamiento preocupante de los jóvenes de la política. Casi un tercio de los adultos no se ha molestado en inscribirse para votar.
Casi todos los comentaristas políticos en Chile estiman que Enríquez-Ominami no puede ganar. Pero ha hecho que Frei, un hombre competente y respetable, se vea reaccionario y viejo (tiene 67 años). Su respuesta ha sido promover a asesores jóvenes y adoptar varios de los argumentos de sus oponentes, tal como la necesidad de una reforma política, cambios en el código laboral y la modernización del Estado. Él es el único que podría lograr realmente que se hicieran estas cosas, asegura.
Los tres candidatos están de acuerdo en que la sociedad chilena ha cambiado más rápido que el Estado y el sistema político. Después de 20 años, un cambio en el liderazgo difícilmente sería una sorpresa. Pero la derecha no ha ganado una elección presidencial en Chile desde 1958. Es casi seguro que Piñera y Frei van a pasar a una segunda vuelta en enero, una contienda que uno u otro podría ganar.
Si la Constitución no prohibiera períodos consecutivos, Bachelet estaría muy bien posicionada para ganar las elecciones presidenciales en diciembre.
Así como está, su coalición de centroizquierda, la Concertación, corre el riesgo de perder el poder por primera vez desde que volvió la democracia en Chile en 1990.
El modelo Bachelet
Cuando fue elegida como Presidenta de Chile en enero de 2006, Michelle Bachelet prometió ser un tipo diferente de político. Pediatra, madre de tres hijos y separada dos veces, fue la primera mujer en ser elegida Mandataria en un país de América Latina y que no era la viuda de un marido insigne. Prometió una "democracia ciudadana" con una mayor participación. Su primer gabinete se eligió de acuerdo tanto al género como al partido: la mitad de sus miembros eran mujeres, varias eran independientes y sólo dos tenían experiencia ministerial previa.
Ella rápidamente se metió en problemas, que abarcaron desde las protestas de los escolares hasta el caos del transporte en Santiago. Hace un año, su coalición, la Concertación, perdió las elecciones municipales, su primera derrota. No puede presentarse a las próximas elecciones presidenciales; sin embargo, si la Concertación gana, será en parte gracias a ella. Se ha convertido en uno de los líderes políticos más formidables de América Latina. Cuando The Economist fue a verla a La Moneda, el palacio presidencial, se mostró relajada y sin prisa, interesada en responder las preguntas extensamente más bien que con breves declaraciones.
¿Qué explica su cambio de suerte política? Su método consultivo de liderazgo puede haber parecido una "debilidad" a los tradicionalistas, en parte porque "las mujeres hablan con más suavidad", ella reconoce. "Aún hay mucho machismo y sexismo". Pero los chilenos han llegado a ver que ella "muestra empatía", que es como una figura maternal que los está protegiendo y quien había estado "al mando" cuando atacó la recesión, agrega. En la práctica, no obstante, se ha visto obligada a realizar ciertas concesiones, al traer a algunos peso pesados políticos al gabinete y al delegar más.
Una segunda razón es que, mientras se aferraba al rigor fiscal (con cierto costo político), ella optó por hacer de la protección social y la promoción de una igualdad de oportunidades su prioridad principal. Su gobierno está construyendo 3.500 salas cuna para los niños más pobres. Introdujo una pensión estatal mínima universal y extendió la atención de salud gratuita para que cubriera varias condiciones graves. Su política habitacional ofrece casas de mejor calidad, en barrios modelo. Pero sus esfuerzos por reorganizar la educación han sido decepcionantemente tímidos.
Tomará tiempo y estudios antes de saber si estos programas funcionan. Sin duda, pasó un tiempo antes de que éstos dejaran su marca en Chile; "una sala cuna no es sexy", manifiesta Bachelet. Pero equivale a uno de los intentos de más largo alcance por combinar el crecimiento económico y un estado benefactor en América Latina. Eso es una crítica tácita al argumento de Hugo Chávez que sólo su revolución puede abordar la desigualdad en la región. Y esto sugiere que la carrera política de Bachelet está lejos de terminar.
Si la Concertación gana, será en parte gracias a ella. Se ha convertido en uno de los líderes políticos más formidables de América Latina.
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About Me
- Gustavo Gordillo De Anda
- He sido dirigente del movimiento estudiantil de 1968, dirigente en el PMT, miembro fundador del Movimiento de Acción Política y del PSUM en los setentas. Miembro Fundador de la UNORCA. De abril a julio de 2006 fui el coordinador general de la campaña presidencial de Patricia Mercado. Como funcionario público he sido Subsecretario en la Secretaría de Agricultura, y Subsecretario en la Secretaría de la Reforma Agraria en México entre 1988 a 1994. En 1995 me desempeñé como Director de Desarrollo Rural de la FAO en Roma y desde 1997 hasta 2005 fungí como Representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. Como escritor soy miembro Fundador de La Jornada y colaborador de la Revista Nexos. De 2006 a 2009 fui profesor visitante en el Taller de Teoria Política de la Universidad de Indiana en Bloomington, dirigido por los profesores Vincent y Elinor Ostrom. EN 2015 fui Profesor Tinker en la Universidad de Wisconsin en Madison. He terminado dos libros a publicarse sobre la transición política en México. He terminado un libro sobre las reformas rurales en 1991 y estoy trabajando en una trilogía novelada. El primer tomo se llama 68.
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