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Friday, September 18, 2009

EL CASO A FAVOR DE LAS CANDIDATURAS INDEPENDIENTES; CHILE

Elecciones presidenciales:El extraño escalofrío en Chile
Después de dos décadas de una historia de éxito en América Latina, la Concertación, coalición de centroizquierda, se ve cansada y dividida.
THE ECONOMISTAl costado de una autopista en Lo Espejo, en Santiago, las empresas constructoras están trabajando en el barro debido al invierno para completar 125 casas de ladrillo y madera. En las próximas semanas se mudarán a éstas las familias que antes vivían en el sitio. Los más pobres de ellos pagarán sólo US$ 400 por una casa que cuesta alrededor de US$ 20 mil, parte de la política de gobierno destinada a acabar con las últimas poblaciones marginales que quedan en Chile. Ellos están entre las 600 mil familias que habrán recibido subsidios habitacionales durante el período de cuatro años de la Presidenta Michelle Bachelet.
Este año, el programa se expandió como parte de un estímulo fiscal que alcanzó un total de US$ 4 mil millones (o el 2,8% del PIB). Esto no ha impedido una recesión: en el segundo trimestre la economía fue un 4,5% más pequeña que en el mismo período del año pasado. Pero esto ha mitigado sus efectos. Alrededor de 270 mil trabajadores de la construcción están ahora empleados en los programas de viviendas sociales, lo cual es un aumento de los 145 mil hace un año.
Esto también ha elevado la popularidad de Bachelet. A pesar de la recesión, su índice de aprobación ha subido abruptamente del 40% en junio de 2008 al 72%, de acuerdo a las encuestas del CEP. Así también ha subido la aprobación del ministro de Hacienda, Andrés Velasco, ex profesor liberal de Harvard. Si la Constitución no prohibiera períodos consecutivos, Bachelet estaría muy bien posicionada para ganar las elecciones presidenciales en diciembre.
Así como está, su coalición de centroizquierda corre el riesgo de perder el poder por primera vez desde 1990.
A medida que las campañas se ponían en marcha formalmente el 15 de septiembre, la última encuesta del CEP daba a Sebastián Piñera, el candidato empresario de la oposición conservadora, el 37% de los votos. Eduardo Frei, un democratacristiano que fue Presidente de Chile de 1994-2000 y es el candidato oficial de la Concertación, lograba el 28%, mientras que Marco Enríquez-Ominami, diputado socialista disidente que se presenta como independiente, alcanzaba el 17%. Las últimas cuatro elecciones presidenciales habían reflejado el resultado de un plebiscito en 1988 en el que el 56% de los votantes había estado a favor de un retorno a la democracia, mientras que el 44% había deseado que la dictadura de 16 años del general Augusto Pinochet continuara. ¿Esto romperá el patrón político más estable en América Latina?
Bajo la Concertación, Chile ha sido la gran historia de éxito de la región, al agregar una democracia cada vez más sólida y medidas de bienestar social a las políticas económicas de libre mercado que legó Pinochet. En los 20 años que transcurrieron hasta 2006, el índice de pobreza cayó del 45% de la población a sólo el 13,7%. La distribución del ingreso sigue siendo sumamente desigual, pero las oportunidades se están ampliando. Ocho de cada 10 jóvenes ahora terminan la enseñanza media. Cuatro de cada 10 continúan estudios superiores y de éstos el 70% es el primero en su familia que lo logra, en muchos casos gracias a los subsidios del gobierno, señala Velasco.
Gracias a sus políticas macroeconómicas prudentes, Chile pudo hacer más que varios de sus vecinos cuando atacó la recesión el año pasado. La Concertación convirtió en ley una norma fiscal que exigía que el gobierno equilibrara el presupuesto durante el ciclo económico. Esto financió el gran estímulo fiscal al hacer uso de los ahorros que se acumularon cuando el precio del cobre, la principal exportación y gran fuente de ingresos del gobierno, alcanzó niveles récord en los primeros años del período de Bachelet.
Sin embargo, a pesar de todos estos logros, la sensación de malestar en Chile es tan palpable como la nieve que cubre la cordillera de los Andes. Los empresarios están preocupados de que la economía ya no sea la más dinámica de Sudamérica. Durante años los políticos han hablado de la necesidad urgente de mejorar la mala calidad de la educación y de invertir más en innovación e investigación y desarrollo si Chile quiere ser un país desarrollado. Todavía están hablando al respecto.
"Hemos pasado del milagro chileno a la siesta chilena", sostiene Piñera. Él mantendría la norma fiscal y la red de protección social, asegura. Pero acusa a la Concertación, esencialmente, de enjaular los espíritus animales del empresariado. Al señalar la productividad decreciente, culpa a la rígida legislación laboral y a la mala administración de la inversión pública (donde se han despilfarrado US$ 10 mil millones en los últimos cuatro años, él sostiene, y cita la pésima reestructuración de la red ferroviaria y del transporte público de Santiago). Su asesor económico, Felipe Larraín, precisa que un gobierno de Piñera elevaría la tasa anual de crecimiento al 6%, dando un impulso a la productividad a través de las reducciones tributarias para la inversión, un mercado laboral más flexible y reformas en la administración pública.
Velasco responde que a medida que Chile se vuelve más rico -su ingreso per cápita fue de US$ 10.100 en 2008- es más difícil que el país crezca tan rápido. Si Chile sigue avanzando a un 4% al año aproximadamente, eso coincidiría con el rendimiento de economías exitosas tales como Finlandia y Corea del Sur en la etapa equivalente en su desarrollo. El ministro señala que la inversión y productividad siempre caen durante una recesión. La inversión pública en investigación y desarrollo está creciendo. Chile continúa teniendo una buena posición en las tablas de competitividad de la liga internacional y la facilidad de hacer negocios. Y el crecimiento se ha visto afectado en parte debido a los costos crecientes de la energía, después que Argentina interrumpió las exportaciones de gas a su vecino.
La Concertación es más vulnerable a la acusación de que en su forma de hacer política ha perdido contacto con el ciudadano común. Ése es el principal argumento de Enríquez-Ominami. De sólo 36 años, él se describe como "un hijo ilegítimo" de la coalición gobernante. Su padre fue un líder guerrillero muerto por el régimen de Pinochet. Su padrastro es un senador socialista; su abuelo materno fue fundador de la Democracia Cristiana. Se crió en Francia y a su regreso se dedicó a la dirección de televisión. Su buena apariencia juvenil, encanto y velocidad para hablar lo convierten en "uno de los mejores comunicadores que ha tenido la política chilena", escribe en un próximo libro el cientista político Patricio Navia.
El pensamiento de Enríquez-Ominami es una mezcla somera de liberalismo social y democracia social pasada de moda. Pero él, más bien que sus políticas, es el mensaje. Su candidatura es una protesta contra el hecho de que la Concertación no haya hecho elecciones primarias nacionales y contra lo que él considera como el dominio de los jefes de partido de edad. El joven candidato quiere una reforma política, en parte para acabar con el sistema electoral binominal que legó Pinochet. Se estima ampliamente que tal sistema consolida el poder de los jefes de partido, bloquea a los partidos minoritarios e impide la renovación política. Ha contribuido a un alejamiento preocupante de los jóvenes de la política. Casi un tercio de los adultos no se ha molestado en inscribirse para votar.
Casi todos los comentaristas políticos en Chile estiman que Enríquez-Ominami no puede ganar. Pero ha hecho que Frei, un hombre competente y respetable, se vea reaccionario y viejo (tiene 67 años). Su respuesta ha sido promover a asesores jóvenes y adoptar varios de los argumentos de sus oponentes, tal como la necesidad de una reforma política, cambios en el código laboral y la modernización del Estado. Él es el único que podría lograr realmente que se hicieran estas cosas, asegura.
Los tres candidatos están de acuerdo en que la sociedad chilena ha cambiado más rápido que el Estado y el sistema político. Después de 20 años, un cambio en el liderazgo difícilmente sería una sorpresa. Pero la derecha no ha ganado una elección presidencial en Chile desde 1958. Es casi seguro que Piñera y Frei van a pasar a una segunda vuelta en enero, una contienda que uno u otro podría ganar.
Si la Constitución no prohibiera períodos consecutivos, Bachelet estaría muy bien posicionada para ganar las elecciones presidenciales en diciembre.
Así como está, su coalición de centroizquierda, la Concertación, corre el riesgo de perder el poder por primera vez desde que volvió la democracia en Chile en 1990.

El modelo Bachelet
Cuando fue elegida como Presidenta de Chile en enero de 2006, Michelle Bachelet prometió ser un tipo diferente de político. Pediatra, madre de tres hijos y separada dos veces, fue la primera mujer en ser elegida Mandataria en un país de América Latina y que no era la viuda de un marido insigne. Prometió una "democracia ciudadana" con una mayor participación. Su primer gabinete se eligió de acuerdo tanto al género como al partido: la mitad de sus miembros eran mujeres, varias eran independientes y sólo dos tenían experiencia ministerial previa.
Ella rápidamente se metió en problemas, que abarcaron desde las protestas de los escolares hasta el caos del transporte en Santiago. Hace un año, su coalición, la Concertación, perdió las elecciones municipales, su primera derrota. No puede presentarse a las próximas elecciones presidenciales; sin embargo, si la Concertación gana, será en parte gracias a ella. Se ha convertido en uno de los líderes políticos más formidables de América Latina. Cuando The Economist fue a verla a La Moneda, el palacio presidencial, se mostró relajada y sin prisa, interesada en responder las preguntas extensamente más bien que con breves declaraciones.
¿Qué explica su cambio de suerte política? Su método consultivo de liderazgo puede haber parecido una "debilidad" a los tradicionalistas, en parte porque "las mujeres hablan con más suavidad", ella reconoce. "Aún hay mucho machismo y sexismo". Pero los chilenos han llegado a ver que ella "muestra empatía", que es como una figura maternal que los está protegiendo y quien había estado "al mando" cuando atacó la recesión, agrega. En la práctica, no obstante, se ha visto obligada a realizar ciertas concesiones, al traer a algunos peso pesados políticos al gabinete y al delegar más.
Una segunda razón es que, mientras se aferraba al rigor fiscal (con cierto costo político), ella optó por hacer de la protección social y la promoción de una igualdad de oportunidades su prioridad principal. Su gobierno está construyendo 3.500 salas cuna para los niños más pobres. Introdujo una pensión estatal mínima universal y extendió la atención de salud gratuita para que cubriera varias condiciones graves. Su política habitacional ofrece casas de mejor calidad, en barrios modelo. Pero sus esfuerzos por reorganizar la educación han sido decepcionantemente tímidos.
Tomará tiempo y estudios antes de saber si estos programas funcionan. Sin duda, pasó un tiempo antes de que éstos dejaran su marca en Chile; "una sala cuna no es sexy", manifiesta Bachelet. Pero equivale a uno de los intentos de más largo alcance por combinar el crecimiento económico y un estado benefactor en América Latina. Eso es una crítica tácita al argumento de Hugo Chávez que sólo su revolución puede abordar la desigualdad en la región. Y esto sugiere que la carrera política de Bachelet está lejos de terminar.
Si la Concertación gana, será en parte gracias a ella. Se ha convertido en uno de los líderes políticos más formidables de América Latina.

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He sido dirigente del movimiento estudiantil de 1968, dirigente en el PMT, miembro fundador del Movimiento de Acción Política y del PSUM en los setentas. Miembro Fundador de la UNORCA. De abril a julio de 2006 fui el coordinador general de la campaña presidencial de Patricia Mercado. Como funcionario público he sido Subsecretario en la Secretaría de Agricultura, y Subsecretario en la Secretaría de la Reforma Agraria en México entre 1988 a 1994. En 1995 me desempeñé como Director de Desarrollo Rural de la FAO en Roma y desde 1997 hasta 2005 fungí como Representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. Como escritor soy miembro Fundador de La Jornada y colaborador de la Revista Nexos. De 2006 a 2009 fui profesor visitante en el Taller de Teoria Política de la Universidad de Indiana en Bloomington, dirigido por los profesores Vincent y Elinor Ostrom. EN 2015 fui Profesor Tinker en la Universidad de Wisconsin en Madison. He terminado dos libros a publicarse sobre la transición política en México. He terminado un libro sobre las reformas rurales en 1991 y estoy trabajando en una trilogía novelada. El primer tomo se llama 68.

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