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Thursday, July 12, 2007

EL DEBATE EN ALTERNATIVA: ¿NO IMPORTAN LOS INSTRUMENTOS?

Tres comentaristas muy cercanos al Partido Alternativa - Mauricio Merino, Ricardo Raphael y Jorge Javier Romero- y el presidente del Partido Alternativa Alberto Begne debaten sobre el futuro de Alternativa. Llama la atención y sobre esto comentaré en mi artículo en La Jornada del sábado próximo la siguiente afirmación del Licenciado Begne: "El valor incuestionable del pensamiento crítico degenera en una autocomplacencia profundamente irresponsable y destructiva cuando los instrumentos se ponen por delante de los objetivos a la hora de las decisiones y la acción política".



LA ASPIRADORA POLITICA
Mauricio Merino 11 de julio de 2007
Fue el general Lázaro Cárdenas quien escribió que, en política, nadie está completamente vivo ni completamente muerto. Y esta afirmación, que era cierta para los individuos que competían por el poder político en la época autoritaria de México, sigue siendo válida en nuestros días para los partidos que gobiernan el nuevo régimen. Y lo es, desde luego, para el Partido Revolucionario Institucional.
A pesar de haber perdido la Presidencia en el año 2000 y de haber caído al tercer lugar de las preferencias electorales en los comicios del 2006, el PRI nunca estuvo muerto y, por el contrario, hoy parece haber encontrado el camino para recuperar la salud. No sólo le ha sacado todo el jugo posible al tripié que le sirvió para sobrevivir al cambio de siglo, sino que ahora le ha añadido una nueva dosis de pragmatismo político y un nuevo discurso ideológico.
El tripié al que me refiero está formado por sus gobiernos locales, su fuerza parlamentaria y sus sindicatos afines. Es verdad que todas esas piezas están mermadas, si se las compara con el pasado hegemónico de ese partido. Pero si la comparación se hace con los medios políticos que están al alcance de sus adversarios, se verá que esos recursos siguen siendo muy poderosos.........
............................En cambio, su pie sindical ha servido para recuperar paulatinamente el discurso socialdemócrata que alguna vez quiso construir (así sea solamente un discurso), y ganar terreno como oposición de izquierda al gobierno, en los términos de Beatriz Paredes. Tanto así, que el PRI está a punto de adueñarse de la franquicia ganada por Alternativa Social Demócrata, gracias a la coalición que formarían para competir en los comicios de Veracruz. Una alianza que le vendría como anillo (ideológico) al dedo priísta, y que ha puesto al liderazgo de Alternativa en un jaque entre la supervivencia pragmática y la fidelidad a sus ideas propias.
PARA LEER EL ARTICULO COMPLETO IR A
http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/38057.

DILEMAS SOCIALDEMOCRATAS
Ricardo Raphael
9 de julio de 2001 El Universal

La candidatura de Patricia Mercado y la ratificación del registro nacional del partido Alternativa resultaron ser uno de los fenómenos políticos más interesantes durante la elección federal ocurrida el año pasado.
A diferencia de sus adversarios en la contienda, esta fuerza no contaba con una base de militantes que se extendiera uniformemente en el país, ni mucho menos con redes añejadas a lo largo del tiempo en las barricadas del clientelismo.
Tampoco consiguió abundantes recursos para pagarse una intensiva campaña en los medios de comunicación; la pugna interna entre la facción campesina de ese partido (la cual quería ver a Víctor González Torres como su candidato presidencial), y el grupo de los socialdemócratas, impidió por un largo y valioso tiempo, la entrega de dineros públicos para hacer campaña.
Cuesta arriba fue convencer en estas condiciones a los votantes para que se inclinaran por una opción cuya candidata presidencial no tenía ninguna posibilidad de ganar la contienda. Un acto atrevido, por otra parte, si se considera que los primos mayores de la izquierda, encabezados por Andrés Manuel López Obrador, contaban con condiciones inmejorables para triunfar.
¿Cómo fue posible entonces que Alternativa lograra obtener un millón de votos en julio del año pasado?
Por principio debe advertirse que este partido se benefició de una oferta política que, gracias a la experiencia previa, llegó al 2006 dotado de contornos ideológicos y objetivos políticos bien definidos. El llamado que hiciera Patricia Mercado para que los ciudadanos votaran a favor de su opción socialdemócrata contaba ya con dos antecedentes: el primero ocurrido en 2000, donde Democracia Social obtuvo cerca de 780 mil votos, y el segundo en 2003, con la participación de México Posible y Fuerza Ciudadana.
La etiqueta socialdemócrata se ha ido construyendo en México como una identidad que aprecia los valores relativos a la justicia pero que, al mismo tiempo, se distancia de la izquierda que es ambigua con respecto a las vías legales y democráticas para provocar el cambio social.
A diferencia de otras opciones, los socialdemócratas asumen que, además del gobierno, diversos actores sociales y económicos deben participar en la construcción de un espacio público y un mercado con características solidarias e igualadoras. También mira con sospecha el maniqueísmo que quiere entender a la libertad y a la equidad como dos valores opuestos; en un sentido distinto, toma a ambos principios como indisociables para construir una comunidad humana próspera y civilizada.
El coqueteo sistemático del PRD con el ataque a las instituciones, su uso indiscriminado de mecanismos clientelares que atentan contra la autonomía política de los individuos, y la falta de un sincero compromiso con las libertades de las mujeres, los jóvenes, los homosexuales y otros grupos sociales igualmente excluidos, son elementos que tanto en 2000, como en 2003 y también en 2006, hicieron imposible la participación socialdemócrata en un frente amplio de todas las izquierdas.
Razones muy similares han llevado a que tampoco sea coherente la alianza de Alternativa con el PRI. Si bien es cierto que a esta gran fuerza política ya no le queda mucho de revolucionaria, también lo es que su respeto por las instituciones continúa siendo parco. Varios son los gobernadores priístas que aún se resisten a respetar la legalidad porque saben que tal cosa terminaría por restarles mucho del poder con el que todavía cuentan.
Por otra parte, el PRI no ha renunciado al uso clientelar de los recursos públicos, ni ha logrado sostener una posición nítida y comprometida con respecto al tema de las libertades; no puede hacerlo porque buena parte de su electorado es esencialmente conservador.
Es por estos argumentos que una porción nada despreciable de la ciudadanía, cuya identidad es contraria a la derecha panista, vio con buenos ojos la opción autónoma encabezada por Patricia Mercado. Argumentos que, por cierto, han de seguir siendo siguen válidos, porque de otra manera no se explicaría el hecho de que esta ex candidata conserve, hasta el día de hoy, 2.6% de las preferencias, según la encuesta que hace una semana publicara este diario.
¿Quiénes son estos electores socialdemócratas? Un análisis de los números demuestra que el voto por Alternativa está compuesto por personas que viven en zonas densamente urbanas (concentradas en el valle de México, Guadalajara y otras pocas ciudades ubicadas en el centro del país); ellas tienen entre 18 y 37 años y poseen más de siete años de educación. A tales datos habría de añadirse que el voto por Alternativa es ligeramente más numeroso entre las mujeres que entre los varones.
La valoración de tales elementos haría suponer que la base electoral de esta fuerza política puede crecer. México es un país cada día más urbano, la población joven seguirá aumentando en su peso político, los años de educación tienden a incrementarse, y las mujeres tienen cada día más importancia en el espacio público.
Con un poco de inteligencia y sobre todo, con mucho de paciencia, es altamente probable que Alternativa logre dar un siguiente salto cualitativo en las próximas elecciones federales. Claro está, siempre y cuando no se busque acelerar el crecimiento a través de alianzas equivocadas que muy pronto le convertirían en un partido satélite más. Sólo si Alternativa se concentra en participar en aquellas elecciones que ocurran dentro de sus ámbitos regionales de influencia, y sólo si puede explicar transparentemente a sus votantes cada uno de sus actos, esta opción política podrá convertirse, con el paso del tiempo, en una opción viable de gobierno.
La cuestión esencial está en que su directiva sepa administrar el nerviosismo y las prisas. Su tarea debería centrarse en amplificar la eficacia de su organización partidaria, mientras continúa robusteciendo la coherencia entre sus principios y sus prácticas. En cambio, si su dirección establece alianzas electorales insostenibles desde el plano ético, Alternativa terminará desapareciendo, o bien convirtiéndose en una pieza inocua del sistema mexicano de partidos.

HAY ALTERNATIVA AL LAMENTABLE SISTEMA DE PARTIDOS?
Jorge Javier Romero 12 de Julio de 2007 Crónica

Sin duda, las reglas que rigen el sistema de partidos políticos en México son muy malas. Las instituciones electorales que se fueron construyendo gradualmente a partir de 1977, con importantes resabios de la legislación diseñada para proteger la posición monopolista del PRI a partir de 1945, han generado un sistema de incentivos perversos en torno a la competencia electoral y a las organizaciones que concurren en ella. Empero, los males que imperan entre los partidos políticos mexicanos también dependen de los mapas mentales de los políticos mexicanos, entre quienes domina una idea de lo que el pragmatismo político debe ser rayana en el oportunismo puro y duro —eso sí, envuelto en la demagogia discursiva más pedestre—.Las instituciones formales que norman el funcionamiento e influyen la conducta de los partidos políticos mexicanos tienen como el primero de sus defectos el mecanismo de registro. Cuando fue creado el actual modelo lo que se pretendía era evitar los desprendimientos del PRI; por lo tanto, había que dificultar en extremo la creación de potenciales competidores. El pacto fundacional del sistema de partidos restringido con posición abrumadoramente dominante del PRI, lo hizo el régimen con el incipiente PAN. Para poder participar había que cumplir con una serie de requisitos que en la práctica dejaban a la decisión arbitraria del régimen quién participaba. Había que hacer asambleas, en un país donde los grupos sociales con capacidad de movilización estaban encuadrados como clientelas o corporaciones en las redes políticas del régimen. Estas asambleas tenían que ser certificadas por jueces o notarios, donde unos y otros dependían de la arbitrariedad política de los gobernadores de los estados y, en última instancia, de la voluntad presidencial transmitida por la Secretaría de Gobernación.Con ese sistema sólo entraron a la competencia restringida los partidos que el régimen permitió. El PPS, con un triste papel que apolilló los viejos trajes grises del que fuera líder obrero continental —Vicente Lombardo Toledano—; el PARM, válvula para repartir premios de consolación entre los leales al régimen con disidencias menores, y el PAN, que supo negociar su posición independiente sin pretender nunca enfrentar al régimen por otra vía que no fuera la electoral. Sólo el partido independiente sobrevivió a esa época de asfixia. Vino la reforma de 1977 y con ella un nuevo sistema de ingreso a la competencia. Ahora lo que importaba era tener actividad política comprobable a través de publicaciones, tener un programa, una declaración de principio y unos estatutos. La permanencia se lograba si se alcanzaba el 1,5 % de los votos. Con ello venía también una respetable representación electoral. La competencia se abrió, aunque en un ámbito restringido. También entonces el partido que mejor aprovechó las reglas nuevas fue aquel que logró construir de mejor manera su identidad política. De nuevo sobrevivió el más independiente: el Partido Comunista Mexicano, cuyo registro y espacio político heredaron sucesivamente el PSUM, el PMS y, finalmente, el PRD.Las reglas fijadas en el pacto político de 1996 cerraron de nuevo el espacio de competencia, ahora a tres jugadores en condiciones de oligopolio. Para ello echaron mano de la fórmula añeja del registro basado en asambleas. El modelo forzado era el de partidos de masas en un país donde masas quieren decir clientelas dependientes de las dádivas a cambio de las cuales se movilizan. Con redes de este tipo se organizaron los partidos que obtuvieron su registro en enero de 1999. La mayoría de aquellas organizaciones buscaron el resquicio de supervivencia que les abría la posibilidad de formar parte de una coalición. Tres, sin embargo, se la jugaron por la libre. El único partido que estuvo a punto de sobrevivir entonces fue Democracia Social, de nuevo la organización que logró crearse una identidad novedosa e independiente.De los partidos del sistema que se ha ido abriendo paso con las reglas vigentes, la inmensa mayoría sobrevive como satélites de los tres partidos grandes o negociando con ellos su identidad o sus propias redes corporativas. Casi todos ellos operan como lo hicieron el PARM o el PPS en los tiempos del régimen político protegido. Sólo Alternativa Socialdemócrata sobrevivió en el 2006 gracias a un planteamiento propio y una identidad independiente. Se demostró con la campaña de Patricia Mercado lo que ya había esbozado la campaña de Rincón Gallardo en 2000: que hay espacio en el electorado mexicano para un partido que se decida a hacer política de ciudadanos, con ideas e imaginación, y que renuncie a hacer la política aprendida por los políticos mexicanos durante las décadas de dominación priista. Hoy esa opción parece ser atraída por el sistema perverso de incentivos de las instituciones. Sin embargo, si bien las reglas modelan los incentivos, las decisiones las toman personas de carne y hueso de acuerdo con sus mapas mentales, con sus ideologías. Y por desgracia, el presidente de Alternativa y su grupo no han sido capaces de deshacerse del priista que muchos mexicanos, la mayoría, llevan dentro. Su limitada perspectiva puede llevar a naufragar esta nueva posibilidad de política independiente. La opción de la dependencia puede, en cambio, redituar bastante en el bienestar personal de los líderes, como ocurre con los dirigentes de los pequeños partidos satélites, pero poco contribuiría a airear al corrupto sistema político mexicano, ni a crear una nueva opción para el electorado mexicano harto de la política del antiguo régimen.

LA DEMOCRACIA DE LAS RAZONES
Alberto Begne 11 de junio El Universal
Ahora que estamos inmersos de nueva cuenta en uno de los debates centrales de las llamadas reformas estructurales, el de la reforma hacendaria, revisé la magnífica edición de las ponencias y conferencias del foro El Crecimiento Económico y la Globalización (regalo de mi querido amigo Joaquín Araico), organizado por el Senado de la República y el Banco de México en octubre de 2003. En particular, volví sobre la exposición del excepcional estadista español Felipe González, quien además de encabezar la consolidación democrática en su país hizo de España un modelo de desarrollo económico y bienestar social que constituye un paradigma de referencia obligada.
Lo primero que vale la pena destacar es la distinción que hace el ex presidente de España entre los objetivos y los instrumentos. Una distinción que los dogmáticos de uno y otro signo no quieren o no pueden hacer, para mal de México. Decía Felipe González: “En la izquierda deberíamos aprender que no son los instrumentos, sino los objetivos, los que nos definen; que los objetivos pueden tener un grado de permanencia y de fidelidad alta, pero los instrumentos pueden y deben ser versátiles. No nos debemos casar con los instrumentos, sino con los objetivos que perseguimos”.
La discusión de las reformas y, más aún, la posibilidad de construir desde la izquierda una opción responsable y moderna de gobierno que permita ampliar los espacios de consenso dentro de la pluralidad, suele quedar atrapada en la valoración de los instrumentos, sin reparar, precisamente, en su carácter instrumental. Si las cosas se pusieran en orden, si se tuviera mayor claridad y compromiso en torno a los objetivos, seguramente la valoración y la definición de los instrumentos sería un asunto mucho más sencillo, pues supondría un ejercicio racional sobre la eficacia o la pertinencia de los mismos en un determinado contexto. No una cuestión de dogmas ideológicos o juicios morales.
Cito de nuevo a Felipe González: “Creo, francamente, que si uno tiene un discursito ideológico lo puede llevar por todas partes. Incluso puede durar 50 años ó 20 ó 30, sin alterarlo, y suponer que mientras menos cambie más fiel se es a la ideología. Aunque la realidad se transforme mi discurso no va a cambiar. Lo que estoy diciendo es una provocación absolutamente intencionada. El problema de la pobreza, o mejor dicho, el problema del desarrollo, no es un problema solamente moral. Lo primero que hay que lograr es crecer, capitalizar al país, y cuando el crecimiento florezca le va a llegar a todo el mundo.”
Las izquierdas en nuestro país han enfrentado muchos problemas para lograr sus objetivos fundamentales: la superación de la desigualdad y la construcción de un piso universal de bienestar social, en un marco de libertades individuales y crecimiento económico. Esto se explica en muchos casos por el anclaje a dogmas ideológicos que siguen sin resolver la exigencia de alcanzar el equilibrio entre los principios de igualdad y libertad; por la persistencia de los caudillajes, o por la pretensión de hacer política desde el terreno tan fácil como inútil del juicio moral.
Quienes así actúan han fracasado una y otra vez, y lo seguirán haciendo. Pero el problema no radica en la suerte de los cruzados, sino en el daño que generan cuando hacen de sus causas personales un obstáculo para la construcción de acuerdos políticos. El valor incuestionable del pensamiento crítico degenera en una autocomplacencia profundamente irresponsable y destructiva cuando los instrumentos se ponen por delante de los objetivos a la hora de las decisiones y la acción política.
El reto consiste en ampliar los espacios del consenso, lo cual supone diálogo, acuerdos y alianzas. Y es que ante los grandes desafíos de un país tan desigual, el compromiso ético de la política es construir soluciones y dar resultados. En estos tiempos cruciales para el futuro de México, se requieren oposiciones a la vez responsables y firmes, dialogantes y críticas, eficaces y constructivas, donde el debate en torno a las reformas sea de verdad un debate racional sobre la mejor manera de lograr los objetivos de libertad y bienestar social.

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He sido dirigente del movimiento estudiantil de 1968, dirigente en el PMT, miembro fundador del Movimiento de Acción Política y del PSUM en los setentas. Miembro Fundador de la UNORCA. De abril a julio de 2006 fui el coordinador general de la campaña presidencial de Patricia Mercado. Como funcionario público he sido Subsecretario en la Secretaría de Agricultura, y Subsecretario en la Secretaría de la Reforma Agraria en México entre 1988 a 1994. En 1995 me desempeñé como Director de Desarrollo Rural de la FAO en Roma y desde 1997 hasta 2005 fungí como Representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. Como escritor soy miembro Fundador de La Jornada y colaborador de la Revista Nexos. De 2006 a 2009 fui profesor visitante en el Taller de Teoria Política de la Universidad de Indiana en Bloomington, dirigido por los profesores Vincent y Elinor Ostrom. EN 2015 fui Profesor Tinker en la Universidad de Wisconsin en Madison. He terminado dos libros a publicarse sobre la transición política en México. He terminado un libro sobre las reformas rurales en 1991 y estoy trabajando en una trilogía novelada. El primer tomo se llama 68.

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