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Wednesday, November 19, 2008

DEMOCRACIA O REVOLUCION JORGE CASTAÑEDA

Jorge G. Castañeda / Democracia o RevoluciónJorge G. Castañeda//-->Jorge G. Castañeda(19 noviembre 2008).- Mañana es el 98 aniversario de la Revolución Mexicana. Cada año es pretexto para la reflexión sobre sus activos, pasivos y el régimen a que dio origen. De acuerdo con una encuesta publicada antier en Milenio, 62 por ciento de los mexicanos considera que le debemos mucho o algo a la Revolución, mientras que 38 por ciento piensa que le debemos poco o nada. Lo que está menos claro es si ese 62 por ciento piensa y actúa de forma congruente con ese reconocimiento.¿Le convino al país la Revolución y lo que de ella emanó: la Constitución del 17 y el régimen que se consolida a partir de 1929 -o de 1936 según el punto de vista? Se puede responder a esta pregunta, un poco mañosa, de muchas formas. La primera es contrafactual: ¿cómo hubiera sido el país sin esa Revolución? Por definición no lo sabemos pero podemos aventurar, por un lado, que algunas de las conquistas como los artículos 3, 27 y 123 probablemente no hubieran existido en la forma en que se redactaron, lo que puede significar que habría menos educación, menos laica, menos pública y menos gratuita que hoy o que habría una educación mejor. Se puede suponer que sin el 27 habría paulatinamente desaparecido el ejido y la propiedad de la nación sobre el subsuelo, y que el dominio del Estado sobre ciertos recursos se haría a través de instrumentos ad hoc, no por mandato constitucional, para bien o para mal. Y no es que sin el artículo 123 careceríamos por completo de derechos obreros. Muchísimos países de América Latina y del mundo tienen más derechos laborales que México, los tuvieron antes (en Europa Occidental a finales del siglo XIX, y sobre todo la creación de la seguridad social en la Alemania de Bismarck desde los setenta de ese siglo).Otra forma de responder a la pregunta tramposa es en comparación con otros países como los de América Latina. Ya muchos escritores, desde el finado Hansen en los setenta, hasta el más reciente, Schettino y sus Cien años de confusión. México en el siglo XX, han tratado de deconstruir los mitos de esa tesis. Han explicado cómo las tasas de crecimiento económico en los últimos 70 u 80 años no son claramente superiores a las de otros países que no tuvieron su revolución, han demostrado que los indicadores sociales mexicanos -educación, salud, vivienda, etcétera- tampoco son mejores. En la mayoría de las clasificaciones latinoamericanas -educación, salud, PIB per cápita, desigualdad, empleo, etcétera- estamos ligeramente por arriba de la mitad del ranking, lo que no es motivo de presunción dadas las riquezas y geografía que representan una dotación de recursos per cápita superior a muchos países. Y si nos vamos al criterio más utilizado en el pasado y más desmentido por el presente, a saber, las ventajas de la estabilidad autoritaria versus la democracia sistemáticamente interrumpida a golpes de Estado en otros países, tampoco queda mucho que presumir. Hoy pagamos el precio de 70 años de estabilidad, pero también de apatía, debilidad de la sociedad civil, partidocracia, medios de comunicación premodernos, y por ende el precio de la sobrevivencia de un corporativismo económico, social, intelectual y sindical imposible de superar, hasta ahora. Entonces, si de comparaciones se trata, en el mejor de los casos, salimos tablas.Quizás el mejor o peor reflejo del saldo a casi 100 años está en la respuesta a otras preguntas como las publicadas en el The Economist hace cuatro días. Cuando se preguntó a los mexicanos si los gobiernos del PAN han querido cambiar los principios de la Revolución, 51 por ciento respondieron que sí, pero 37 por ciento respondieron que no: más de la tercera parte respondieron que al término de un gobierno y medio de un partido nacido y crecido para combatir el legado de la Revolución no se ha propuesto cambiar esos principios. En mi opinión ese 37 por ciento tiene razón. El Latinobarómetro pregunta a habitantes de 18 países de la región cuál es su evaluación de la democracia como mejor método de gobierno: en México bajó el porcentaje positivo de 1996 al 2001, se mantuvo del 2001 al 2006, y del 2006 al 2008 ha bajado; sigue alto pero tiende hacia abajo de la tabla de países. Pero cuando se les pregunta si bajo ciertas condiciones un régimen autoritario es deseable, el porcentaje ha ido descendiendo desde 1996. En el fondo la mayoría de los mexicanos, con pequeños altos y bajos de los últimos 12 años, están dándonos un veredicto más contundente, no sobre la Revolución, sino sobre su régimen y legado: la democracia sigue siendo el sistema de gobierno menos peor, y el autoritarismo modernizante es rechazado por la mayoría.

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He sido dirigente del movimiento estudiantil de 1968, dirigente en el PMT, miembro fundador del Movimiento de Acción Política y del PSUM en los setentas. Miembro Fundador de la UNORCA. De abril a julio de 2006 fui el coordinador general de la campaña presidencial de Patricia Mercado. Como funcionario público he sido Subsecretario en la Secretaría de Agricultura, y Subsecretario en la Secretaría de la Reforma Agraria en México entre 1988 a 1994. En 1995 me desempeñé como Director de Desarrollo Rural de la FAO en Roma y desde 1997 hasta 2005 fungí como Representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. Como escritor soy miembro Fundador de La Jornada y colaborador de la Revista Nexos. De 2006 a 2009 fui profesor visitante en el Taller de Teoria Política de la Universidad de Indiana en Bloomington, dirigido por los profesores Vincent y Elinor Ostrom. EN 2015 fui Profesor Tinker en la Universidad de Wisconsin en Madison. He terminado dos libros a publicarse sobre la transición política en México. He terminado un libro sobre las reformas rurales en 1991 y estoy trabajando en una trilogía novelada. El primer tomo se llama 68.

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