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Thursday, September 06, 2007

LA DISPUTA POR LA NACION

UNA DISPUTA POR LA NACIÓN
BRENDA ARENAS


Muchas personas se encuentran desencantadas de la democracia o de la democracia sin demócratas. Los ciudadanos están cada vez menos dispuestos a resignarse a la corrupción, a la vulneración de normas democráticas y a la creciente desigualdad.

Recientemente, los exponentes de la transición y la consolidación democráticas han puesto una variedad de términos que remiten todos a la pérdida de calidad de la democracia: semidemocracia, democracia defectuosa, democracia oligárquica, democracia no liberal, pseudodemocracia, autoritarismo blando, régimen híbrido, democracia virtual, entre otros.

Pero no podemos decir que la democracia ha sido socavada únicamente por los gobernantes. Hacia donde quiera que se mire, sea a las dirigencias políticas, a los actores económicos y políticos, a los movimientos sociales, a los grupos financieros, todos, se presentan como encarnación de los intereses de la Nación, con la misión de salvarlo de la dispersión de intereses particulares. Apelan directamente al pueblo y pasan por alto intereses organizados e instituciones para no rendir cuentas a nadie y eludir los contrapesos de la democracia violando principios y corrompiendo las instituciones. La erosión de la democracia ha ocurrido paulatinamente: no se deroga la constitución: “sólo se reforma”, no se violan leyes: “sólo se adaptan a determinados intereses”.

En los estados democráticos, el fin supremo es la orientación al interés común y para ello el orden institucional debe estructurarse para fomentar ese fin. Sin embargo, México ha vivido una tendencia al debilitamiento de la democracia. En todo el espectro de actores sociales y políticos se encuentran conductas antidemocráticas, conflictos internos e inestabilidad. Podemos suponer sin mucha dificultad que todos los ocupantes de cargos políticos de cierto nivel influyen sobre las políticas, pero las características del propio sistema, desplazan mayor poder hacia ciertos individuos. En casos extremos, se establecen estructuras de mando verticales, donde grupos se ayudan entre sí a escalar posiciones hasta usurpar los controles de los tejidos institucionales, especialmente de las estratégicas del poder y de las autoridades electorales. Un amigo influyente acostumbra ser indispensable para progresar en la vida.

En las sociedades donde los estados desempeñan un papel decisivo, la política lo engloba todo. Desde la cultura hasta la economía. El poder de la toma de decisiones se encuentra en manos de pocos. El Estado controla los grupos y hay una participación política limitada puesto que la unidad básica es el grupo corporativo, no el individuo. La identificación con los partidos ha disminuido y se ha desatado en la opinión pública una agresividad considerable contra los partidos y los políticos como tales. Hasta ahora, la percepción que tenemos los mexicanos del Estado es sumamente elitista. Mientras las democracias funcionales son universalistas, la nuestra es particularista.

La mayoría de los partidos tradicionales solo han sido coaliciones de intereses grupales y parciales, muchas veces carentes de ideología, incapaces de elaborar proyectos que atiendan los problemas del país, los contextos nacionales e internacionales y mucho menos los intereses de sus partidarios. Las expectativas y las promesas no se cumplen y la participación política se disuelve en la desilusión y la desconfianza.

El particularismo clientelista, el modus operandi de los partidos políticos tradicionales es la clave para entender su crisis actual. Se graduaron en la maestría de conciliar distintos grupos clientelistas. La experiencia histórica le ha enseñado a los estratos sociales más bajos que el trueque clientelista es una vía más segura y rápida de resolver un problema que reclamar algún derecho o confiar en la igualdad ante la ley para ser tomados en cuenta en la distribución de servicios y bienes. Estos partidos sólo pueden concebir la relación con sus partidarios bajo el patrón del favorecimiento de intereses particulares heterogéneos. Ellos ciertamente se llaman democráticos pero contribuyen más al debilitamiento que al fortalecimiento de las instituciones. En nuestro país, las prácticas clientelistas tienen una influencia considerable y la consecuencia es que con frecuencia los intereses de los grupos particulares tienen más peso que el bien común.

El sector privado es otro grupo de interés que trata de influir sobre la toma de decisiones. Es importante entender que este sector domina la propiedad de los medios. Las grandes cadenas están controladas por destacadas familias empresariales. Ocupa también una posición dominante en la televisión y el uso de los medios de difusión es su arma más importante.

Estos empresarios creen justificada y necesaria su actividad política porque tienen la percepción de que su influencia es inferior a la de su principal oponente, los trabajadores sindicalizados. Su participación como aliados de los partidos, como candidatos a cargos públicos y como críticos en medios masivos han alterado las fronteras del comportamiento político y democrático mexicano. Este sector se encuentra en una posición ventajosa porque puede ejercer mayor influencia que la de las masas que no poseen los recursos equivalentes.

La revolución tecnológica e informacional ha reordenado los flujos económicos, desarticulado los circuitos industriales y ha modificado la lógica del mundo del trabajo, reordenando las relaciones de Nación-Estado-Sociedad y economía en la política. Pero los políticos exitosos en México no favorecen la comunicación de la información pública. Esto tiene consecuencias para la toma de decisiones en un sentido negativo: se usa la información como recurso primario para el poder político. Quienes tienen conocimientos pueden manipular el sistema en beneficio de sus propios intereses.

Así pues, nuestra democracia es actualmente una tarea inconclusa que debe ser completada por la ruta de la construcción de la ciudadanía. Debemos contrarrestar la antipolítico mediante el aumento de las posibilidades de participación. No más redes clientelistas, grupos económicos poderosos que hacen y permiten que se haga exactamente lo que les conviene. Tampoco movimientos sociales que sólo tienen una relación tácita con la democracia y están dispuestos a hacer caso omiso de las normas y reglas del juego si no les sirven para sus fines.

La reforma del Estado, que algunos llaman modernización, o en términos generales, la transformación de la política, se convierte en un desafío fundamental. Sin ello, puede crearse un vacío que busque ser remplazado por formas no democráticas como poderes fácticos, fundamentalismos destructivos, sistemas institucionalizados de corrupción o simplemente mercantilismo salvaje de los grandes conglomerados económicos. Significa completar la transición democrática e iniciar su consolidación a través de políticas de democratización social. Cambios en el Estado mismo y en sus relaciones con el sistema de representación y sociedad civil.

Es tarea de la socialdemocracia crear nuevos sujetos sociales que tracen un mejor rumbo hacia un modelo social y de desarrollo completamente diferente. Debemos encarar los nuevos problemas de representación política con la expansión del concepto de ciudadanía. No considerar esta dimensión como sustantiva para la viabilidad de la Nación es no resolver las aspiraciones de las personas y grupos que desarrollan sus propias identidades.

De nosotros depende neutralizar el resentimiento contra la política. La política puramente pragmática en la que no están en juego las preocupaciones por la sociedad, cae en el cinismo y en la justificación de cualquier medio para la satisfacción de sus intereses particulares y su peor cara es la corrupción en sus diversas formas, que no sólo son económicas. Está en nosotros contrarrestar el avance del cinismo y de la antipolítica. Cada vez que nos diferenciamos de los otros al no pensar en categorías particularistas, nos convertimos en un peligro mayor para los grupos de poder tradicionales. Dejemos que sean otros los que se conviertan en máquinas cupulares sin gravitación en las verdaderas opciones históricas para nuestra Nación.

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About Me

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He sido dirigente del movimiento estudiantil de 1968, dirigente en el PMT, miembro fundador del Movimiento de Acción Política y del PSUM en los setentas. Miembro Fundador de la UNORCA. De abril a julio de 2006 fui el coordinador general de la campaña presidencial de Patricia Mercado. Como funcionario público he sido Subsecretario en la Secretaría de Agricultura, y Subsecretario en la Secretaría de la Reforma Agraria en México entre 1988 a 1994. En 1995 me desempeñé como Director de Desarrollo Rural de la FAO en Roma y desde 1997 hasta 2005 fungí como Representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. Como escritor soy miembro Fundador de La Jornada y colaborador de la Revista Nexos. De 2006 a 2009 fui profesor visitante en el Taller de Teoria Política de la Universidad de Indiana en Bloomington, dirigido por los profesores Vincent y Elinor Ostrom. EN 2015 fui Profesor Tinker en la Universidad de Wisconsin en Madison. He terminado dos libros a publicarse sobre la transición política en México. He terminado un libro sobre las reformas rurales en 1991 y estoy trabajando en una trilogía novelada. El primer tomo se llama 68.

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