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Thursday, September 06, 2007

MESA DOS: EDUCACION Y CULTURA

Frente a la Maestra: educación y cultura

FRANCISCO PEREZ

Antes de comenzar, deseo agradecer la oportunidad de participar en este diálogo.
Encuentro en el título del seminario y de la mesa que nos reúne términos que difícilmente definiremos con claridad, por ejemplo: socialdemocracia, educación y cultura. Pero todos sabemos a quién nos referimos al hablar de La maestra. La maestra representa lo peor del sistema político mexicano, de la cultura política y los obstáculos para mejorar el sistema educativo. En esta ocasión, La maestra es el pretexto que me permite cuestionarme cómo podemos transformar un sistema político que permite personajes como el mencionado.
La historia de las palabras y sus significados son siempre un buen punto de partida. Así que me permito comenzar analizando el…

El concepto de cultura

Hasta el siglo xx cultura solamente significaba: “conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”; su adjetivo es culto y su antónimo, inculto. De ahí que no todas las personas poseyeran una cultura y fuera un término que permitía discriminar. Sin embargo, el siglo pasado no heredo un nuevo significado éste concepto, resultado de las guerras culturales en los Estados Unidos y de estudios antropológicos como los de Claude Levi Strauss. A partir de la década de los sesenta del siglo pasado, todos los individuos poseemos una cultura pues se convirtió en un término descriptivo, definido como el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” Su adjetivo es cultural y carece de antónimo.
Traigo lo anterior a colación por dos motivos. El primero es para cuestionar a qué nos referimos con cultura y para preguntarnos qué clase de cultura necesitamos para transformar el sistema político mexicano y, en particular, para hacer frente a La maestra. ¿Cultura de izquierda? ¿Cultura democrática? O bien, ¿necesitamos una izquierda culta? Estas preguntas guían las siguientes páginas.
En segundo lugar, cuestionar lo que ahora conocemos como cultura me da pie a proponer que antes que una cultura de izquierda, necesitamos una actitud de izquierda. Pienso en Toqueville y su Democracia en América. Ahí encontramos al joven francés admirado por la disposición de los habitantes de ese país para organizarse y solucionar los problemas cotidianos que los aquejan. Toqueville no habla de una cultura democrática sino de la actitud de los ciudadanos. Con actitud de izquierda me refiero a que debemos tener posturas determinadas por valores que defendemos. Ahora intentaré definir lo que entiendo por esta actitud.

Actitud de izquierda

Hace algunos años Jean Meyer nos preguntó cuál era nuestro primer recuerdo “histórico”. Del un grupo de quince jóvenes entre 19 y 21 años, 10 mencionamos la caída del muro de Berlín. Este evento no significaba mucho para nosotros, lo recordábamos por las impresionantes imágenes en la televisión o por las constantes menciones de nuestros padres. Lo anterior no es fortuito. Mientras para generaciones pasadas la caída del muro represento el comienzo de un naufragio intelectual y la búsqueda de nuevos puertos intelectuales; para mí significo (no me atrevo a hablar de nosotros) enfrentarme a una falsa y maniquea disyuntiva: arribar a puerto seguro en la barca del liberalismo o arriesgarme al naufragio en la del socialismo.
No podemos hablar de coordenadas ideológicas (ya sea de izquierda o derecha, liberalismo y socialismo) sin tomar en cuenta el contexto geográfico. En México cualquier dicotomía es dudosa pues los regímenes del pri enarbolaron un liberalismo estatista; es decir, no se lograron establecer un régimen de libertades económicas ni sociales y la administración estatal no creó una sociedad igualitaria. Además, privilegiaron la corrupción y el clientelismo político. De tal manera que las reivindicaciones sociales fueron pospuestas por la oposición ante la necesidad de apertura democrática.
La historia reciente de México tampoco ayuda a clarificar las coordenadas ideológicas. El proceso electoral del año pasado sólo evidenció el quebrantamiento de la élite política. Ante la anunciada derrota del Partido Revolucionario Institucional (pri) y la espuria amenaza que parecían representar los partidos aspirantes a su registro ante el Instituto Federal Electoral (ife), la élite política se dividió entorno al Partido Acción Nacional (pan) y al Partido de la Revolución Democrática (prd). Ambos grupos se enfrascaron en la lucha por el control político, refrendando el descrédito de los ciudadanos en ellos. Durante el proceso electoral se nos dijo debíamos elegir entre derecha e izquierda. Falso. La diferencia entre ambos partidos consistía en que enarbolaban distintas prioridades para el gasto gubernamental. Sus métodos eran los mismos, incluso los comparten con el pri: corrupción, acarreo, clientelismo. Todos sabemos que la victoria de Felipe Calderón debe mucho a La maestra. Es decir, ambos partidos promovieron un cambio político, no uno cultural (más adelante definiré este último), es decir, sólo promovieron un cambio en las estructuras burocráticas. Por otra parte, las campañas de ambos partidos se caracterizaron por la ausencia de ideas o propuestas y por canjearlas por los sentimientos. Por un lado se apelaba al miedo y a la religión; por otro, a la envidia y al nacionalismo.
Ante la vigencia de los métodos (¿cultura?) priísta y el desprecio a las ideas, esperaríamos el surgimiento de un grupo de ciudadanos con actitud crítica, en otras palabras: que denostaran el status quo y argumentaran la necesidad de transformar las instituciones, de cambiar las reglas del ejercicio de la política, de transparentar los procesos de negociación y toma de decisiones, y de relacionar la política con la cotidianeidad de los ciudadanos.
Esta actitud crítica debe, o debería, ser propia de la izquierda, ya que la derecha siempre alegará los privilegios de la historia y defenderá el estado de las cosas o promoverá reformas que sólo beneficien a una élite, a la que ellos pertenecen. Sin embargo, en el contexto contemporáneo es necesario combatir el conservadurismo de izquierda. Aquélla que comparte los medios con La maestra o que vence en elecciones con la herencia del priísmo. Aquélla que plantea el socialismo o muerte y solapa un régimen como el de Fidel Castro. Aquélla que nos dice patria o muerte o que justifica cualquier medio en aras de un maltrecho fin. Es necesario, pues, dar la pelea a esta izquierda caduca.
La actitud crítica no es, sin embargo, nihilismo. Es necesario reivindicar nuestro derecho a creer en utopías: lo jóvenes tenemos ideales. Para ello es necesario replantear el término utopía y dotarlo de un compañero: parámetro crítico. Quizá sólo es necesario revisar las acepciones de utopía, la definición dice así: “plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.” Aventuro una hipótesis: ahora los jóvenes creemos en utopías fragmentadas. Me explico, no creemos más en sistemas sociales o totales, para no decir totalitarios, ahora se enarbolan proyectos que “aparecen como irrealizables”. Son muchos los jóvenes que se unen a proyectos en defensa de los derechos humanos, del medio ambiente o de combate a la pobreza. Se han fragmentado los métodos para construir un mundo diferente, mejor. Además, ante la imposibilidad de estas utopías fragmentadas se han planteado parámetros críticos, es decir, pisos mínimos a lograr. De alguna manera el optimismo de la definición de utopía se ha desvanecido.
Esta fragmentación de las utopías facilita la hibiridazación y ésta unida a la historia del siglo veinte mexicano me permite huir de la dicotomía socialismo-liberalismo. Además, la experiencia de diversos países europeos demuestra que la socialdemocracia es un proyecto posible. No es necesario elegir liberalismo o socialismo, podemos estar de acuerdo en el ejercicio de la libertad pero concientes de la necesidad de mínimos necesarios para ejercerla, es decir, a favor de la redistribución para lograr una sociedad igualitaria. Del liberalismo heredamos los derechos humanos y del socialismo los derechos sociales. No es necesario despotricar contra el mercado, es necesario evitar que se convierta en una fuente de discriminación. En síntesis, es necesario enarbolar la igualdad en un contexto de libertad.
Sin embargo, me parece que más allá del acuerdo en los postulados socialdemócratas es necesario un acuerdo en los medios para llevarlos acabo. Es decir, son los medios el frente en el que se debe combatir el conservadurismo de izquierda y transformar a la política en México. Esto se encuentra más allá de lo político. Entre los jóvenes es necesario crear una corriente cuyo motivo de unión sea transparentar los medios en la política; una corriente que se transforme en movimiento y tenga influencia en lo político, sobre todo, más allá de lo político. Por ello es necesario un una actitud crítica que promueva un cambio cultural.

II Hacía una izquierda cultural y culta

Gramnsci escribió que un partido político se forma como el resultado de un movimiento histórico. Por otra parte, Zizek argumenta que todo movimiento social debe tener participación política en partido. Estos pensadores nos lanzan dos retos. El primero es cohesionar un movimiento que genere una identidad y el segundo promover su participación partidista. Lo que parece obvio no lo es. Muchos partidos en México no son resultado de un movimiento ni de un proceso de creación de identidad; son el resultado de negociaciones con clientelas o con sindicatos. El segundo reto es entrar a la arena de los partidos políticos y mantener la identidad y la consistencia de la causa.
El dilema de un partido político nuevo es ¿promover un cambio político o uno cultural? Un partido socialdemócrata con actitud crítica debe aspirar a promover un cambio cultural: modificar los “modos de vida y costumbres” de la política. Pues la ésta se ha alejado de los ciudadanos y de la vida cotidiana; y ha fomentado la corrupción y le clientelismo. Hay que participar en la política para modificarla; y promover un cambio cultural es la única manera de hacerle frente a La maestra, de cambiar el sistema político mexicano.
Para procurar un cambio cultural es necesaria una izquierda culta, instruida. Con ello me refiero a que debe conocer al electorado y debe tener conocimiento de lo que sucede en otros países. Es decir, debe ser capaz de buscar soluciones a lo problemas locales a través de las experiencias comparadas de otros países. ¿Una izquierda que promueva una cultura democrática?
Vale la pena entonces cuestionar el significado de democracia. Baste decir que es sólo un método de elección y que en México efectivamente vivimos una democracia. Sin embargo, la democracia, como la libertad, es un concepto vacío; debemos dotarla de significado. Ahí el reto de la socialdemocracia. Pues la democracia ha sido tomada por grupos corporativistas (sindicatos, organizaciones sociales) y las prácticas de corrupción sólo han sofisticado. La socialdemocracia tiene el reto de transparentar esos procesos.

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About Me

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He sido dirigente del movimiento estudiantil de 1968, dirigente en el PMT, miembro fundador del Movimiento de Acción Política y del PSUM en los setentas. Miembro Fundador de la UNORCA. De abril a julio de 2006 fui el coordinador general de la campaña presidencial de Patricia Mercado. Como funcionario público he sido Subsecretario en la Secretaría de Agricultura, y Subsecretario en la Secretaría de la Reforma Agraria en México entre 1988 a 1994. En 1995 me desempeñé como Director de Desarrollo Rural de la FAO en Roma y desde 1997 hasta 2005 fungí como Representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. Como escritor soy miembro Fundador de La Jornada y colaborador de la Revista Nexos. De 2006 a 2009 fui profesor visitante en el Taller de Teoria Política de la Universidad de Indiana en Bloomington, dirigido por los profesores Vincent y Elinor Ostrom. EN 2015 fui Profesor Tinker en la Universidad de Wisconsin en Madison. He terminado dos libros a publicarse sobre la transición política en México. He terminado un libro sobre las reformas rurales en 1991 y estoy trabajando en una trilogía novelada. El primer tomo se llama 68.

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